¿Por qué lavarlas?
Por el mismo motivo que limpiamos cualquier cosa: para eliminar posibles restos de suciedad, patógenos bacterias, alégernos y otras sustancias indeseadas.
Así podemos prevenir intoxicaciones y garantizar un mejor sabor a la hora de comerlas.
Claves para su lavado:
Antes que nada debemos lavarnos las manos.
Hablamos de un buen lavado de manos, que dure más de 1 minuto y preferiblemente con agua templada.
Hay que lavar las frutas y verduras, aunque después se vayan a pelar,
en su superficie puede haber suciedad y bacterias que si no se eliminan, contaminarán el cuchillo. Nunca hay que usar jabón o detergente: podrían quedar restos en los productos y causar intoxicaciones.
Una vez limpias, se deben secar bien con papel de cocina.
Si usamos trapos de tela, hay que asegurarse de que están completamente limpios y no acumulan restos de humedad o suciedad de otros productos.
Las frutas y las hortalizas que se vayan a consumir sin pelar
(fresas, manzanas, ciruelas, etc.), así como las verduras que se vayan a consumir crudas (lechuga…), se deben lavar sumergiéndolas durante cinco minutos en una solución de agua y lejía ‘apta para la desinfección de agua de bebida’, a razón de 3 litros de agua y una cucharadita de postre de lejía (4’5 ml).
Para lavar setas y hongos, que se estropean fácilmente bajo el grifo de agua y ante el frote de nuestras manos,
podemos usar un rociador de agua y toallas de papel limpias o bien, un trapo limpio y húmedo para quitar impurezas.
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